Libertad Decapitada

El General Moragues y su tiempo

En 1701, tras la muerte de Carlos II, de Habsburgo sin descendencia, en Europa estalla la denominada Guerra de Sucesión, que enfrenta Francia y la Corona de Castilla, representantes del más acérrimo absolutismo, contra Austria, Holanda e Inglaterra, caracterizadas por una tradición federalista y parlamentaria.

En 1705 Catalunya toma partido por el bando austracista.

Con el tratado de Utrecht de 1713, las potencias pactan la paz. Felipe V acepta todas las condiciones de los ingleses y aliados a cambio de tener las manos libres sobre Catalunya, desplegando una feroz y sanguinaria represión.

De la brutalidad de estos estragos, destaca la crueldad ejercida contra el general Josep Moragues.

Josep Moragues Sobrevia, que más adelante firmaría como Josep Moragues Mas, nació en 1668 en la masía que su familia poseía en Joanet, actualmente en el termino municipal de Sant Hilari Sacalm. Los primeros años los pasó dedicándose a cuidar las tierras heredadas de su padre.

Su matrimonio con Cecilia de Regás, de Arbúcies, le emparentó con la aristocracia rural.

A los veinticinco años se integró en la compañía de Miquelets de Vic para luchar contra las frecuentes incursiones francesas en Catalunya durante la guerra de los Nueve Años (1688-1697)

En 1705 formó parte de los denominados "vigatans", gente de la Plana que mostraban una fuerte oposición al ejército francés, lo que se traducía en un fuerte sentimiento antifrancés, y significaría el alzamiento austracista de Vic y de la junta surgida del pacto de "vigatans" en la capilla de Sant Sebastián, que otorgó poderes a Domènec Perera para que, con Antoni Peguera, fuera a Génova a firmar el pacto con Inglaterra con el compromiso catalán de aportar seis mil hombres armados cuando los ingleses desembarcaran en Barcelona, para garantizar el éxito austracista en Catalunya contra el virrey borbónico Francisco de Velasco. De esta manera, los "vigatans" tomaban posición contraria a la de los filipistas, conocidos como "botiflers".

Sin experiencia ni formación militar, Moragues dirigió las fuerzas que derrotaron destacamentos castellanos y franceses, lo que permitió la entrada triunfal del archiduque Carlos de Austria en Barcelona. Una de las primeras decisiones del monarca fue la creación del regimiento de Reales Guardias Catalanas, otorgando grado de coronel a los dirigentes "vigatans". Dos años después, Moragues fue ascendido al grado de general de batalla, el cargo más importante conseguido, hasta entonces, por un catalán en la guerra.

A principios de 1707, fue nombrado gobernador de Castellciutat, fortaleza militar cercana a la Seu de Urgell, que protegía la zona fronteriza de las entradas de los franceses. En esta época, muere su esposa y se casa en segundas nupcias con Magdalena Giralt, de Sort.

La guerra tuvo diversas alternativas, pero tras la derrota de la batalla de Almansa en 1705, el avance de las tropas borbónicas fue manifiesto, y el conflicto cogió una dirección contraria a los intereses de Carlos III. Cuando éste se convirtió en emperador de Austria en 1711, tras la muerte de su hermanastro, la situación cambió radicalmente porque fueron los ingleses los más interesados en detener la guerra ante el poder que podía llegar a tener el nuevo emperador.

El 11 de abril de 1713 se firmó el Tratado de Utrecht por el cual los ingleses, holandeses i austriacos rescindían la alianza creada contra Francia y Felipe V a cambio de concesiones territoriales que dejaban a los catalanes en la estacada. Los intereses de Catalunya no fueron tenidos en cuenta en absoluto, a pesar de los compromisos adquiridos y firmados con los aliados. Los dirigentes catalanes optaron por seguir la guerra ante las pocas alternativas que se les presentaba de mantener el estatus anterior al conflicto.

Sólo dos meses después, Moragues recibió la orden de entregar Castellciutat a los filipistas, pero, a pesar de encontrarse enfermo, se negó y resistió hasta el 28 de septiembre, capitulando ante el oficial borbónico Feliciano Bracamonte en unas condiciones que consideró ventajosas para sus hombres, pero Bracamonte i las autoridades borbónicas no respetaron los términos de la capitulación.

Tras la pérdida de Castellciutat, Moragues se refugió en Sort donde, animado por la resistencia de Barcelona, organizó un cuerpo de voluntarios, dominando el Pallars y parte del Alt Urgell, para reconquistar Castellciutat, sin éxito. Cumpliendo órdenes se incorporó a la fortaleza de Cardona bajo las órdenes del coronel Antoni Desvalls, marqués de Poal, a quien cubrió eficazmente la retaguardia, bloqueando la columna Bracamonte en Vic, y reclutando 400 hombres por Ripolles y la Plana de Vic. Participó en muchas operaciones de asalto de convoyes que transportaban comida a las tropas filipistas que sitiaban la capital, lo que hizo que, entre los borbones, se le conociera como 'El diablo de las Guilleries'.

En este periodo de tiempo, las fuerzas borbónicas secuestraron a su esposa, que él mismo consiguió liberar.

Al acabar la guerra, los vencedores ya habían iniciado una dura represión contra las instituciones y símbolos catalanes, que incluía la prisión para los mandos militares como Antonio de Villarroel y Joan Baptista Basset.

Moragues, que rechazó el exilio a Viena y la huida de Catalunya por el valle de Ferrera, se retiró con su familia a sus propiedades de Sort.

Al poco tiempo, fue reclamada su presencia en Barcelona por el borbónico Tserclaes de Tilly, nuevo capitán general nombrado por el monarca español. Se le requisó la documentación instándole a presentarse diariamente ante Tserclaes. Temiendo un arresto por conspiración, hizo testamento en favor de su esposa y, con sus oficiales Francesc Descatllar, Jaume Roca "Jaumic", y Pau Massip, decidió embarcarse rumbo a Mallorca, donde se mantenía todavía la resistencia austracista.

Fue reconocido por el capitán del barco, que cambio el rumbo discretamente y volvió a Barcelona. Escondidos en la falda de Montjuic, fueron delatados y arrestados al amanecer del 22 de marzo de 1715, cuando trataban de embarcarse de nuevo.

Moragues y sus hombres fueron juzgados sumarísimamente, condenados a muerte y torturados. Las nuevas autoridades fueron especialmente crueles con Moragues para que su ejecución sirviera de castigo ejemplar y atemorizara a los catalanes resistentes al dominio absoluto de Felipe V. El "botifler" Gregori Matas describía al ministro Manuel Vadillo la ejecución: 'Se sentenció a Moragas a ser arrastrado vivo por las calles con un caballo, a ser degollado, y hecho cuartos, puesta su cabeza en un jaula de hierro encima de la Puerta del Mar con este rótulo: "Iosephus Maragas ob penetratum iteratae rebelionis scelus, bis Regis clementiam abusus, tertio tandem iustitiam periclitatus et expertus.".' (Josep Moragues por haber cometido el crimen de repetida rebelión, haber abusado por dos veces de la clemencia real, finalmente la tercera fue hecho prisionero y ejecutado por la justicia.)

Los Anales Consulares de Barcelona describen así la brutal ejecución de Moragues: 'El día 27 del mes de marzo (de 1715) fue ejecutada la muerte bajo sentencia como a hombre ordinario, con gran aparato de gente de armas y soldadesca, descalzo el reo, con camisa de penitente, y sin los honores, sólo Josep Moragas'.

La cabeza de Moragues no fue retirada hasta doce años después, tras la paz definitiva entre Felipe V y Carlos III al 1725. La esposa de Moragues fue liberada y con la ayuda del abogado y 'ex-conseller en cap' Rafael Casanova y la presión diplomática del embajador austriaco Königsegg, el 14 de febrero de 1727, fue descolgada la calavera, con la específica orden por parte de Felipe V de que la operación se hiciera 'sin publicidad ni ruido'. El cartel vejatorio y la jaula de hierro todavía estuvieron un mes más expuestos.

La memoria del general Moragues no fue recuperada hasta el Renacimiento, con el poema Lo cap d'en Josep Moragues de Àngel Guimera en 1887.

Los cazadores son diestros
y esconden la trampa;
mas, si la vergüenza os deja
alzar los párpados,
ya la veréis bien alta,
la jaula con el señuelo.
El pájaro no bebe, ni come,
ni sabe aletear.

A la luz del día,
sobre el callado barrote,
no siente el Mistral
ni el granizo
ni el rayo;
mas, al llegar las sombras,
da pavor su gorjear.

Viajero, vengas de donde vengas,
si tienes un corazón honrado,
dobla las rodillas y reza
como un hijo, ante la cabeza
del virtuoso José Moragues,
nuestro general.

Miradlo al claro de luna
sobre el portal de Mar:
tiene el rostro apergaminado
todo él salpicado y manchado;
la boca, sin labios;
los ojos, dos huecos;
agarrados a las sienes;
deforme de frente y cejas;
verdoso y ennegrecido.

Dentro de una jaula de hierro,
todo colgado torcido,
las aves alborotadas
lo picotean en su aletear
y él cruje y traquetea
moviéndose de aquí para allá.

De repente, se le encienden
los ojos como fraguas;
bulle su cabellera,
como espinas ondeando;
surcan su faz las venas
como vetas de un peñón;
dentro la jaula se endereza;
huyen las aves al vuelo,
y él dice, con los dientes cerrados
y con voz agarrotada:

-Oh, torre de cien brazas,
ya polvo del camino real!
Oh, mar de olas feroces,
ahora abismo reseco!
Oh, altísima galera,
ya astillas en el hogar
donde cuecen las rameras
para el vientre del tirano!
Casta desvalida,
lo que eres y lo que has sido!

Tú, que de la tierra y el mar
hiciste dos esclavos,
de harapos vestido,
en carne viva,
vas de rodillas en tierra,
recibiendo en los ojos el barro.

En tu pecho indómito
magullado por el cuero,
donde se han partido los hierros
de lanzas y espadas,
el gimoteo de mujer
que bien le sienta ahora!

Allí donde el corazón tenías,
ahora lo habita el esparto:
antes que yo está podrido,
primero que yo has pasado!

Cuando suenen las trompetas
del juicio final,
los héroes de la Tierra
que duermen olvidados
en medio del gentío
sus hijos han de buscar.

Y yo les diré: con vosotros
el roble se ha secado,
y los nuevos brotes murieron
antes de florecer.

Mirad allí los que se alzan
en torno a Montserrat:
llevan remachada en el cuello
la argolla del esclavo:
su cara marchita,
su pecho y su frente bajos;
su habla es forastera,
no es nuestro su aire:
todos son de Cataluña,
ninguno es catalán!

Y los héroes de la tierra
sin verte pasarán!

Oh patria, patria mía,
bien te toca padecer,
y por peldaños de abismos
vas sin descanso rodando.

La horrible criatura
que ayer te remató,
si no tiene en el cuerpo el diablo,
con él está emparentado.

Ay triste Cataluña,
bien necesitas trabajar!

Por esta vida impura,
que es mundo, demonio y carne,
el sol jamás se pone:
espabila, que ella yace.

Tú no puedes ser, oh loca,
el Júpiter atronador
que rocía a su Danae
con lluvia de oro transmutado.

Tu sitio es bajo la mesa;
los huesos te darán;
lame la mano que te pega,
ora por ella a los santos,
ábrete el pecho, que chupen
de trago en trago tu sangre!

Así, al claro de luna,
sobre el portal de Mar,
rugía la crisma
del héroe catalán.
Y, ay, rueda del tiempo; de los hombres
queda borrado el pasado!
Cayeron las murallas,
derribaron los portales,
y hermanados se congregan
los propios y los extraños.

Mas, si la vergüenza os deja
alzar  los párpados,
ya la veréis bien alta,
la jaula con el señuelo:
y los pajarracos, como siempre,
lo picotean revoloteando.

Poema de Pere Quart

Muerte esclava!
Pájaro enjaulado
en jaula secular.
Pájaro nuestro,
ciego, mutilado,
rojo de sangre y de vergüenza.

No seremos relapsos!
El atávico escarmiento
nos observará en todo tiempo.
Pájaro restablecido, canta, cínico hoy,
la libertad decapitada